Un encuentro definitivo. Dice Gen 32:30 “Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma”.
Un encuentro con Dios cambia la vida. La liberación del alma de Jacob tuvo efectos trascendentales en su vida. De hecho hasta su nombre fue cambiado, paso de ser un suplantador, un engañador, a ser príncipe y alguien que lucha con Dios.
En hebreo, Peniel significa “rostro de Dios”. Cuando nos encontramos con el Señor, logramos “ver” su rostro. Es decir, sus ojos, su boca, sus oídos, su aliento, están sobre mí.
Entiéndase que al encontrarnos con Jesús, el no nos quita la mirada de encima. Somos objeto de su mirada. El nos ve y su presencia esta permanentemente sobre nosotros.
Su boca y su palabra están ahí siempre para infundirnos aliento y esperanza. La fe viene por el oír la Palabra que sale de su boca.
Sus oídos están inclinados hacia nosotros para escuchar nuestras suplicas y nuestras oraciones, nuestro clamor. El siempre esta presto a escuchar la voz de sus hijos.
Su aliento, su Espíritu de vida nos acompaña siempre. El ayudador, el consolador esta siempre con nosotros. El Espíritu Santo es el que nos” ayuda” a ser cristianos. Necesitamos al Señor y a su Espíritu para poder caminar en su presencia y vivir la vida cristiana.
Un encuentro con Dios cambia la vida.
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