miércoles, 12 de noviembre de 2008

Un huésped de lujo



Efesios 3:17 dice “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones”.


Este versículo nos habla de 3 aspectos sumamente importantes: un huésped (Cristo), una habitación (mi corazón) y la razón o medio por la cual este huésped habita (la fe).


Para que Cristo pueda habitar en mi corazón, debo de sacar de él todo aquello que estorbe a este huésped de lujo que desea morar en mí. Pero que debo de sacar?
Debo de sacar todo aquello que no es de Cristo, la idolatría, el egocentrismo (el yo), el pecado en todas sus formas, la cosas del mundo. Jesús es el único camino y no necesitamos a nadie más que a Él. Jn 14:6 “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. El Señor Jesús es nuestra fuente de vida, paz y santidad.


La habitación que Cristo desea habitar es mi corazón. El corazón del hombre es el centro de sus sentimientos, pensamientos y decisiones. Entonces, no es, según lo anterior, lo mejor de nuestra vida, de que Jesús habite y gobierne nuestro corazón? Nuestro deseo debe de ser tener a Cristo en nosotros. Col 1:27 afirma “que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”


Para que Cristo entre en mi corazón, yo debo de confesarlo con mi boca y creerlo en mi corazón (Rom 10:9-10). Ser salvo es, de hecho, que Cristo habite en mi corazón, y permanecer salvo está relacionado con el hecho de que Cristo permanezca en mi corazón como mi Señor y Salvador. En otras Palabras, que habite dentro de mí, en mi corazón, para que todos mis sentimientos, pensamientos y decisiones estén sujetos a Cristo y a su voluntad.


Ahora bien, la fe, ingrediente principal que pongo YO, es el medio por el cual Cristo habita en mi corazón. Recordemos que por la fe recibimos salvación (justificación en Cristo), por la fe Jesús es hecho Señor de mi vida, mediante la fe obediente, Cristo permanece en la morada de nuestro corazón. Mediante de la fe somos hecho hijos de Dios (Jn 1:12)


Heb 11:6 “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”
La fe agrada a Dios. No le vemos, pero le creemos. No le vemos, pero le servimos. No le vemos, pero le adoramos. El es nuestro Dios, invisible, poderoso, eterno, y creer en Él es el ingrediente principal que a Él le agrada y el medio por el que habita en nosotros.


Es un huésped de lujo el que desea habitar en nosotros. Es Jesús el Señor. No le rechacemos. EL desea habitar en mi corazón, en todo mi corazón. No en parte. En todo mi corazón. Sin reservas. Saquemos todo aquello que no agrada a Dios, revisemos bien hasta el último rincón de nuestros corazones, y desalojemos lo indeseable, lo malo, lo viejo, lo podrido, y dejemos que Cristo gobierne y reine todo nuestro corazón.

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