miércoles, 5 de noviembre de 2008

Levantemos las manos!!


Bíblicamente, levantar las manos es sinónimo de alabanza, rendición, clamor y disposición de “corazón” a darlo todo y recibirlo todo de parte de Dios.

El salmista nos dice que en alabanza, el levantar y batir manos es una muestra de nuestro jubilo y alabanza a Dios. Sal 47:1 “Pueblos todos, batid las manos; aclamad a Dios con voz de júbilo”.

Sal 63:4 afirma “Así te bendeciré en mi vida; en tu nombre alzaré mis manos”.

Pro 23:26 dice: “Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos”. Eso es entrega, rendición a sus caminos y seguirle. Al levantar nuestras manos a Dios estamos diciendo que estamos dispuestos a entregar y a darle todo a El en un acto incondicional de rendición a su voluntad.

2Sa 22:7 dice: “En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios; El oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó a sus oídos”. Este clamor siempre va acompañado de una actitud física tan básica para pedir auxilio como la de levantar manos. Queremos que Dios nos vea, nos “note”, es decir, ser vistos por Dios y nuestro grito de clamor sube al cielo acompañado de una actitud externa, casi instintiva, de levantar manos.

En el libro de Éxodo dice: Ex 17:11 “Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec”; es decir que cuando levantamos las manos en clamor constante a Dios, El nos da la victoria siempre. El Señor estará con nosotros en cada momento cuando nosotros levantamos nuestras manos en clamor y alabanza.

Sal 28:2 dice: “Oye la voz de mis ruegos cuando clamo a ti, cuando alzo mis manos hacia tu santo templo”
El salmista dice en Sal 77:2 “Al Señor busqué en el día de mi angustia; alzaba a él mis manos de noche, sin descanso; mi alma rehusaba consuelo”

Sal 88:9 “Mis ojos enfermaron a causa de mi aflicción; te he llamado, oh Jehová, cada día; he extendido a ti mis manos”

El salmista dice en Sal 57:7: “Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto; Cantaré, y trovaré salmos”, es la actitud correcta de todo cristiano. Un acto de entrega y sumisión completa a Dios. Un acto que siempre va acompañado de nuestras manos elevadas a los cielos como muestra de nuestro amor y compromiso a la obra y ministerio de Dios.

Levantar las manos es, en pocas palabras, el acto físico de alabanza, entrega y clamor más grande que ser humano puede hacer ante la presencia de Su Dios, el Señor Jesucristo.

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